Se que poca gente va acabar leyendo este blog, se que será porque hay miles de páginas y pocos minutos de tiempo al día para dedicarlos a perderles mirando estas simples lineas de un tipo bastante diferente. Nos encontramos en Verano 2019 en plena revolución. Hoy os voy a contar que la secuencia es siempre la misma. Alguien pretende que hagas algo. Cualquier cosa que ese alguien desea que hagas, sea por su propio beneficio, sea por el tuyo, sea por un tercero, da igual. Y ante esa petición, tú tienes dos opciones. Sí, sólo dos, se trata de las pocas situaciones binarias que hay en la vida. Como embarazarse. Como equivocarse. Como ser infiel, o mejor dicho, desleal. En este caso, o le haces caso o no se lo haces. No hay punto medio. On y off. Blanco y negro. Hu há.

Un amigo es alguien que te conoce tan bien y te quiere tanto que jamás te hace caso del todo. Por tu bien, por el suyo, por el de los dos. Si es amistad verdadera, resistirá el paso del tiempo, pero sobre todo el paso de ti. Los consejos, el yo de ti haría, el yo en tu lugar… están de más en un espacio de verdadera amistad. Nadie es más que nadie cuando se quiere y se piensa resistir hasta las últimas consecuencias, hasta el final. Ya no hay árboles ni bosque, los talamos todos para construir este barco sobre el que vamos los dos de igual a igual y dispuestos a naufragar. Nos equivocaremos juntos, tú dale que yo te sigo incluso en mi desacuerdo.

Y si esto es así con los amigos, imagínate con la pareja. Esa amistad de la que has decidido enamorarte. Tu pareja no es pareja si sólo te dice las cosas que sabe que te gusta escuchar. Tu pareja no es pareja si nunca te ha dicho que te equivocas.

Si no has discutido y entendido la discusión como una de las formas más puras y desinteresadas de amar.

Hazme caso. Tú obedece. Pero jamás hagas caso.

A mí, para empezar.