Hola EVA, hoy va por la cantidad de veces que no te he llamado durante este ultimo mes y te enfadas. Hace unos días mi amigo Palau que es como el dios supremo de la cocina nos hizo una comida espectacular para tu familia más cercana. Te escribo esto porque no lo diré jamas, pero esto va por la cantidad de veces que te he tratado no sé si mal, pero como si fueras una pesada. La de veces que te he dicho que sí, que ya, que tengo prisa. Esto es para ti, para la única persona en el mundo a la que realmente le debo la vida. A la única persona en el mundo que no se esperaba salir en mi web. A la única persona en el mundo que jamás lo pidió.

Te noto nerviosa cuando me voy de viaje cada semana ya sea por trabajo o placer. Cuando me sigues preguntando si he llegado bien. Cuando aterrizo en cualquier parte del mundo y sé que te preocupas por que coma y duerma. Y cuando vuelvo a casa, y te alivio con un mensaje que siempre es el mismo. Mamá, ya estoy en casa. Ahí te dejo tranquila, y lo que es más injusto, eres tú la que me das las gracias por avisar. Te noto cuando no paso buenas épocas. No hace falta ni que te lo explique, porque me lo notas no sólo en mi cara, sino hasta en mi voz. Y es que no hay manera de esconderte nada. Yo lo intento por no preocuparte, por que creas que todo va correctamente, por no darte más dolores de cabeza, pero ahí está tu detector de mentiras, más fiable que cualquier polígrafo, para desenmascarare y hacerme sentir culpable de engaño en primer grado, una vez más. Te noto, en definitiva, cuando no sólo estoy solo sino además me siento, cuando no hay nadie más. Es la grandeza de sentirse tu hijo. Saber que soy lo que soy porque tú me lo enseñaste casi todo. Así que hoy te digo que te amo poco. Poco para el tiempo que hemos pasado. Poco para el que vendrá. Porque así de jodida es la naturaleza. Te da el amor más grande y puro del mundo y luego te lo quita, para que sepas lo que es perder el amor de una madre, el amor de verdad. Y entonces es como que te empuja a poner en práctica lo aprendido. Y a formar tu propia familia. Y que de este modo haya algo de ella que continúa. Pero entonces es cuando tu madre ya no está. Cuando más la necesitas. Cuando miras al cielo y te gustaría ser creyente para pensar que desde arriba te sigue los pasos. Y te sigue llamando para saber si has aterrizado y si comes y duermes bien.

Pero hoy no hablemos de cosas tristes. Hoy te escribo y te cuento esto en mi diario.  Hoy, que seguro que eres tú la que tienes problemas que no me cuentas por no preocuparme. Y a mí, que carezco de tus superpoderes y tu intuición superlativa, sólo se me ocurre decirte que cuentes conmigo. Que me des la oportunidad de ser tan buen hijo como tú has sido conmigo como madre.

Hoy pienso gritarlo a los cuatro vientos que aquí estoy, orgulloso de ti y avergonzado de quererte tan poco para lo que tú mereces.

Lo digo, lo repito y lo repetiré ante quien me cruce. Viva la madre que me parió.

Niko Rosales