No, no estamos de normalidad completa. Últimamente veo que todo el mundo intenta hacer como si nada. Todos nosotros miramos a nuestro alrededor y nos encontramos un día soleado, con el tráfico habitual, seguimos con nuestra rutina (trabajo, casa, compras, niños) y en estos momentos pensamos: «POR FIN NORMALIDAD». Pero sinceramente con un virus a medio gas, un guerra absolutamente lejana pero a la vez muy cerca porque solo falta encender un televisor, leer un periódico o abrir una red social para entrar de lleno en el horror que nada tiene que ver con la bendita normalidad. Sirenas que alertan de bombardeos, gente escondida en búnkeres, bebés que nacen en condiciones muy precarias, mujeres y niños que huyen, hombres que se quedan a luchar, muerte, miedo, sangre, destrucción…

Y durante este momento hay que vivir, en mi caso volver a sonreír y subir a los escenarios.  Hacer como si nada, animar, sonreír, vivir. Pero esa incongruencia puede hacer que nuestro cerebro se contagie de esa experiencia, y que entonces empaticemos, lloremos, nos movilicemos y queramos ayudar. Hace unos días sentí la posibilidad de viajar a Ucrania para intentar ayudar, toda la gente que me rodea solo le preocupaba «Por tu seguridad», realmente somos ¿egoístas? Las dos posturas son entendibles, no nos hacen ni más buenos ni más malos, o fríos, o insensibles. No sabemos nada de las guerras internas de cada uno. Respetemos que haya gente que se implique y esté al tanto y que haya otros que necesiten distanciarse porque no soportan la ansiedad de estar en contacto continuo con esta guerra. Porque no les hace bien y también es lícito que queramos salvaguardar nuestra salud mental y el auto-cuidado.

Como digo siempre, para vivir, hay que vivir de verdad.  Yo intentaré seguir adelante con algunos medios y mucha ilusión, queriendo como nunca y sobre todo apostando por toda la gente que me rodea y me ha echo feliz.  Sea como sea, es la única forma de vivir.

Buenas tardes.

Taragona 24/03/2022