Quisiera de alguna forma borrar la memoria del tiempo que compartimos en estos momentos. En parte hemos empezado poco a poco a trabajar en eventos, pero poco a poco es de forma lenta, no nos acostumbraremos a volver a estar al pie del cañón. Hoy tocaba despedir a otros de los amigos artistas que me han acompañado en los últimos años y como tenia que explicarlo, decidí escribirlo en mi blog. Nunca antes habíamos visto con tanta nitidez cómo el virus de la desinformación, el descrédito de las instituciones y la vulnerabilidad ante los mensajes simplistas se extiende de forma acelerada en personas cercanas. Se me da muy mal decir adiós. Crecer es aprender a despedirse, he dicho siempre. Quizás sólo por eso, puede que aún hoy siga siendo un inmaduro. Así que me pienso dar el piro a la francesa, como hago siempre que salgo con amigos, sin decir nada a nadie, sin despedirme de veras. Si en este artículo, en cualquier momento, dejo una frase a medias, una de esas que siempre he sido incapaz de acabar, ya sabes de qué va.  Escribí lo que necesitaba sentir, un consuelo que hubiera dado a cualquier amiga en mi misma situación, me dije las palabras necesarias para poder salir adelante. Sí, la vida a veces es muy jodida pero también tiene su parte maravillosa. Y muchas veces nos las perdemos por pensar en las cosas negativas y hacerlas protagonistas de nuestro día a día, como si ellas fueran el motor que nos impulsara. ¡Y no! El motor que nos impulsa o al menos, el motor que me impulsa a mí es descubrir lo bonito de la vida, que puedo apreciar gracias a las malas situaciones.

Sin embargo, antes de irme, y porque mi abuela siempre me decía eso de que es de bien nacidos ser agradecidos, debería darle las gracias a tanta gente que me pasaría de las 900 palabras que siempre me he impuesto como límite. Empezando por un amigo que hoy sé que está dolido. Y al que siempre tendré en un pedestal. Tampoco quisiera darme la importancia que no tengo. Soy muy consciente de mucho que me queda, de lo mindundi que sigo siendo al lado de gente muy grande a la que admiro y seguiré admirando por su forma de plasmar el miedo, la esperanza, la rabia o la soledad. A mí este espacio siempre me vino grande. Lo sé. Y siempre lo he sabido. Pero como ocurre con los abrigos que te dejan, siempre encuentras tu manera de arremangártelos y hacerlos tuyos aunque sólo sea de manera temporal. Y hasta te diría que abrigan más. No sólo por la tela que sobra. Sino por las arrugas que crean, y como todo el mundo sabe, cuando algo o alguien tiene arrugas, como que refugia más.